Acariciaba dulcemente su piel, exhaustivamente cada recoveco de su cuerpo, con sumo cuidado aplico el aceite sobre los pliegues y masajeaba la zona con profundo deleite. Florentino estaba maravillado, era su “chancha”, su regalona, su compañera de toda la vida. Ella había estado junto a él en las duras y las maduras, siempre a su lado.
Él firmemente aferrado a sus manos morenas la sentó con parsimonia en el suelo, acerco el bombin e inflo la rueda delantera.
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